Cartel de Flisa | La Iglesia en las afueras de Flisa | La rotonda de Flisa | Gianni Nigro en Flisa | La Kaffegata Vè al Romance FLISA
Home Sitio Oceanos

FLISA
La Luz màs allà de los Oceanos

Un Romanzo Gotico, Policial, Ocre, Rojo, Ardiente, Lluvoso, Noir

de Gianni Nigro

La luz de Alisia en el cielo, en el crepùsculo de Flisa


La rotonda de Flisa en la oscuridad La rotonda de Flisa en violeta La rotonda de Flisa a la luz del sol de julio


OTROS SITIOS DE
Gianni Nigro
OCEANOS
NARRATIVA
CIENCIA
INFORMATICA
MARIO NIGRO

OTROS LINKS
Emociones escandinavas
Noruega
Suecia
Asfaltos rojos de Suecia
On the road
Immagenes on the road
Noches articas
Andenes
La ruta E6
Ciudad de Grong
La Tundra
Cuando la idea de Flisa me fulmino
La base fundamental que me empujò a escribir éste libro me vino al improviso, mientras era al volante de mi cascajo, en lo que con el pasar del tiempo se habìa convertido mi pobre auto , y estaba machacando kilòmetros tras kilòmetros para volver a casa, mientras atravesavamos bosques de abedules y de abetos en plena Escandinavia recorriendo un largo rectilìneo de asfalto rojo y viendo aparecer allà en el fondo como un enjambre de abejorros, un cardume enorme de motociclistas.

Asfaltos rojos de Suecia
Los asfaltos, en Suecia meridional, usualmente son rojos. Esto sucede porqué vienen utilizadas piedras de esa tonalidad.
Dado que en invierno a menudo la ruta es cubierta por la nieve o incluso con el hielo, los asfaltos , en Escandinavia, vienen construidos con poco alquitràn y abundantìsima piedra, en modo de aumentar la adherencia. Los asfaltos Escandinavos son conocidos para nosotros mediterràneos, como asfaltos come neumàticos . Efectivamente la aspereza del asfalto, asì necesaria para garantir la adherencia durante el perìodo frìo, comporta como efecto colateral el de consumar fuertemente el material blando, es decir la goma que envuelve las llantas de las ruedas de los vehìculos.

Asfaltos rojos de Suecia
Foto di Juanita Trinidad

Los motociclistas
Ademàs del color de los asfaltos, la atracciòn de estas rutas deriva de los alrededores, es un alternarse continuo de bosques, prados, casitas de colores brillantes, pequeñas aldeas, y màs bosques.
En verano, las rutas Escandinavas son recorridas en largo y en ancho por motociclistas, solos, en pareja, en grupo, o en pelotones infinitos.
Y bien, un dìa me habìa distraìdo un poco, observando un tren que en la lejanìa atravesaba una llanura Escandìnava, cuando me encontré delante a un pelotòn de centauros que avanzaban en mi direcciòn. Ocupaban todo un carril de la ruta o talvéz un poco màs. Tuve que aminorar la velocidad, e imaginé, tanto por jugar, que estuviesen surgiendo de un bosque, que fuesen aparecido de la nada, y que hasta fuesen inmateriales, o mejor aùn, que se fuesen materializados asì de repente, nacidos de los troncos rojizos de los pinos que semejan vagamente a los abetos por la caida hacia el bajo de sus copas, y a los pinos mediterràneos por el hecho de poseer un tronco desnudo y una corteza que, especialmente al ocaso, asume un aspecto llameante.
Gianni Nigro El primer libro que me regalaron fué Pinocho, de Collodi (que el tìtulo completo, es, exactamente: Las aventuras de Pinocho. Historias de un tìtere.
Era en cama, enfemo, y aquéllas imàgenes diseñadas excitaban mi fantasìa. Después, dado que todos los adultos eran siempre ocupados, pensé que en fin de cuentas podrìa leérlo yo solo, visto que en la escuela era ya en condiciones de hacerlo.
Y asì descubrì EL PLACER DE LEER!
Pero ya de la primera experiencia de lectura vine casi condicionado a asociar el texto escrito a las imàgines. Cada libro que me regalaban las tenìan. Recuerdo en particular Ozma reina de Oz.
La narraciòn densa de fantasìa me entusiasmaba, y en los juegos con mi primo tentaba de recrear, en manera que con un lenguaje moderno se definirìa absolutamente virtual, otros mundos, cuarta y quinta dimensiòn, viajes espaciales, reencarnaciones, teletransportes y cualquier otra cosa de este tipo. En los largos e interminables años de la adolescencia le tocò el turno a Julio Verne. Me habìan regalado un par de libros y enseguida acosé de preguntas a mis padres sobre este autor. Y como no tenìamos mucho dinero, entonces me procuraron otros libros de la Biblioteca Comunal. Yo mismo los escogìa en préstamo de la Biblioteca escolar, pero para Navidad y en ocasiòn de mi cumpleaños lograba hacerme regalar un par de mis tìtulos preferidos, como Viaje al centro de la Tierra, Veintemila leguas submarinas, Los hijos del Capitàn Grant, La isla misteriosa.
Después por decenios, durante la llamada edad adulta(adulta? de dònde?), me dediqué a una literatura màs realista. Pero, acercàndome a la Informàtica, cambiaron también mis gustos de lectura y me enamoré locamente (sé que muchos reiràn y los màs benévolos sonreiràn) de la serie televisiva Smallville.
En edad adolescencial habìa leìdo muchas historietas de Superman, que en Italia se llamaba Nembo Kid, y cada revistita contenìa algunos episodios con el protagonista adulto, y al menos un episodio con el Super héroe joven.
Y mucho antes habìa visto y vuelvo a ver las pelìculas de la serie Retorno del futuro (ademàs de Odisea en el espacio, la serie de Start Trek, Espacio 1999), etc.
De todos modos uno de mis autores preferidos, paralelamente a la nueva pasiòn por la Informàtica, fuè el gòtico Edgar Allan Poe, y màs en general la narrativa de fantasìa, del misterio, y también del noir.
Este enésimo descubrimiento se agregaba a mi precedente predilecciòn por los policiales (primero entre todos Nero Wolf). Pero màs que un policial, era propio la invenciòn fantasiosa, la fantasìa desencadenada, que me fascinaba.
Probablemente la explicaciòn existe: cuando los veinte años de edad se alejan la realidad de nuestro ser siempre màs Enta nos gusta siempre menos, y entonces se desea volar lejos, en un mundo de sueños, en una dimensiòn fantàstica.

FLISA
QUE COSA ES FLISA?Ante todo Flisa es una pequeña ciudad de Noruega, tan pequeña de poder ser llamada pueblo. Pero, es un pueblo dotado de almenos dos grande Centros Comerciales, uno de ellos verdaderamente grande, un edificio Municipal muy importante, y después una calle, la Kaffegata, con muchos café y confiterìas. Todo sumado, para nuestra mentalidad italiana y europea, por dimensiòn Flisa es un pueblo, pero por importancia dirìa que se asemeja casi a una ciudad, o mejor aùn a una pequeña ciudad.
Segùn Wikipedia los habitantes de Flisa, al 1° de Enero del 2008, eran 1.555. Ademàs Wikipedia aclara que, no obstante el nùmero exiguo de habitantes, presenta una notable variedad de negocios de diversos géneros a lo largo de la calle principal llamada Kaffegata, (en noruego, calle del café).
No es del todo descontado que un viajero, recorriendo la ruta que va desde Karlstad a Elverun, se detenga a Flisa. A mì me sucediò por casualidad. Nos sentìamos cansados, estabamos viniendo del Nord. Habìamos dormido en el auto (muy comùn en estos paìses) al norte de Lillehammer, y llovìa desde varios dìas. Justamente a causa de la lluvia que parecìa no tener ninguna intenciòn de parar, habìamos decidido de retornar.
La Kaffegata
Llegando a la rotonda de Flisa pensamos que una linda tazona de café nos habrìa devuelto las energìas. Girando a la derecha, la primera vidriera de un café que nos saltò a los ojos fué la del Centro Comercial màs antiguo y màs pequeño, pero siempre ameno y digno de visitar, especialmente por las mañanas, cuando toda la vida social de un pueblo Noruego se vive pràcticamente en los Centros Comerciales y sobretodo dentro de las confiterias de éstos Centros. Y asi, después de haber estacionado còmodamente, mojàndonos un poco por la lluvia, fué fàcil llegar bajo el pòrtico de madera gracias al que se puede caminar en torno al Centro. En su interior estaba la infantable confiterìa, con las mesitas limpitas y ordenadas, como limpitas y ordenadas es la entera Noruega, o mejor dicho la entera Escandinavia.
Y este primer impacto con Flisa me fué fatal. Me enamoré al instante de su festiva vida paisana, de su serenidad, de su tranquila y al mismo tiempo activa mañana laboriosa, de la riqueza de negocios no obstante la exiguidad del municipio, y de tantas otras cosas no siempre fàcilmente explicables.
A veces un lugar te apresa y no hay un porqué, o si lo hay es dificilmente aferrable, no directamente o racionalmente interpretable.
Flisa me quedò en la sangre, junto a su café.
FLISA
Flisa y el Romance Como he querido precisar en la introducciòn a ésta narraciòn, los lugares o son completamente fruto de mi fantasìa, o son absolutamente reintepretados en modo fantasioso. Asì està escrito en la introducciòn:

Cualquier semejanza aùnque vaga con localidad y personas existidas o existentes es del todo puramente casual. Las localidades expresamentes citadas, si existentes, fueron reinterpretadas en modo del todo fantasioso por parte del autor, y lo que viene narrado es fruto de la imaginaciòn del mismo autor y no tiene, en el modo màs absoluto, alcuna relaciòn a hechos o episodios relativos a la realidad.

A ésta regla, naturalmente, no se salva Flisa, aùnque si efectivamente toda la belleza de èste pueblito, que emerge de la narraciòn, es verdad.
En el romance vienen citadas:
- la rotonda
- el Centro Comercial màs antiguo, cercano a la rotonda
- la confiterìa del Centro Comercial
- el pòrtico
En algunos viajes Flisa fué solo un pasaje. Pero un dìa nos hemos detenido, talvéz por cansancio, talvéz para estirar las piernas, talvéz para tomar un café, talvéz para descubrir algo de nuevo.
Y hemos descubierto FLISA
Il cartello che annuncia l'ingresso a Flisa
Yo no viajo jamàs con la guìa turìstica sobre las rodillas. Y es asì que a lo mejor llego a hacer descubrimientos fabulosos.
Al retorno de un breve viaje en el 2009 meditaba sobre las muchedumbres de motociclistas que como abejorros aparecìan casi de la nada y parecìan volar sobre el asfalto. Pensaba que éso, a parte de la incomodidad, era la verdadera interpretaciòn del viaje. Y asì pensé que no podìa continuar màs, como hacìa desde hace años, a huir de la narrativa. Era lo que me daba un gran placer, era aquéllo de lo que era siempre constante y fuertemente atraìdo. Pensé que apenas llegado a casa habrìa tentado aùn una vez màs de escribir. Ojalà propio escribiendo sobre aquéllos enjambres de motociclistas que aparecìan de la nada.
Luego, siempre mientras manejaba, comencé a atormentar mi mente sobre un posible tìtulo. Habìamo partido de Flisa desde hacìa pocos minutos. Flisa. Qué nombre extraño. Semejaba màs a un nombre de mujer que a el de un pueblo. Supe mucho màs tarde que era un nombre de muchas otras cosas. Pero en el momento me turbaba el sonido de la palabra, todo el misterio que giraba alrededor a ése nombre, a aquélla pequeña ciudad desconocida para muchos.
Y asì fué tomada una decisiòn: juré a mì mismo que jamàs renunciarìa a aquél tìtulo, màs bién habrìa publicado el libro en mi Sitio.
Y en mi mente habìa nacido un romance, mi nuevo romance, que talvéz lo habrìa leìdo solamente yo, pero que tenìa el tìtulo màs amado por mi, de minuto en minuto, de segundo en segundo: FLISA!

FLISA
Los tres grupos de experiencias que me empujaron al Romance Flisa En mi romance Flisa confluyen tres grupos de experiencias personales, que en realidad no tienen nada que ver una con la otra. Ante todo los viajes. Fué propio durante en uno de mis ùltimos viajes hechos en Escandinavia, con mi vieja Focus Station Wagon, ya convertida en un cascajo, que marchaba solo por su orgullo personal, para demostrarme que era todavìa de no deshechar, màs que por su eficiencia efectiva, que me vino en mente la tentaciòn de escribir una historia con los motociclistas, aquéllos grupos a veces gigantescos que recorren en largo y ancho la Europa en general y la Escandinavia en particular. Cada véz parecìan surgir de la nada, como fantasmas. Mis viajes iniciaron hace muchos años atràs, y teniendo siempre poco dinero, habìamos equipado la Station Wagon como una casa rodante, durmiendo en la parte posterior. De todos modos a partir de la aduana de Brogeda (Suiza) en adelante los paraderos son todos abastecidos de servicios higiénicos limpìsimos y en òrden, por lo tanto no se tenìa ninguna necesidad en este aspecto. Nos bastaba algo para trasladarnos y algo para dormir. La Station Wagon, aùnque cuando ya se sostenìa solo con la cinta scotch, satisfacìa las dos exigencias. Pero el propio y verdadero viaje a lo largo de la Escandinavia lo reservo para un segundo Flisa, que serà la continuaciòn del primero. Por el momento las experiencias de los viajes ya existen, en lo que imagino acontesca en Flisa, en Grong, en Frandefors.
Iglesia cerca de la ruta que va a Flisa
Un segundo grupo de experiencias deriva del hecho de ser hijo de Mario Nigro. Un pintor incomprendido, que seguramente tenìa razòn cuando se lamentaba (como habìa hecho a su vez César Pavese) de ser sì, valuado positivamente y de haber recibido honorificencias, invitaciones a Bienales y otros reconocimientos, pero no como habrìa querido de meritar, y no ciertamente como otros de su mismo nivel habian tenido. Ser hijo de Mario Nigro me llevò a conocer el mundo del Arte. Mundo que no podìa faltar y que se vuelve teatro de algunos eventos, ya sea como clave fantàstica y gòtica. Y, naturalmente, noir. Y de ésto he querido hablar, en el romance. El tercer grupo es constituìdo de una parte mucho màs delicada de mi vida. Los eventos, las emociones, los sentimientos, las angustias, el pànico, la desesperaciòn, pero también a veces la serenidad reencontrada, y en fin los valores.
De ésta zona del romance (y de mi mente) prefiero que sea el relato a hablar. Y bajo este aspecto, Flisa, fué para mì, la ficciòn màs importante de mi vida.

FLISA
Volver a Flisa después de haber escrito Flisa Viviendo, se acumulan experiencias. Es un hecho. Alegrìas y dolores, felicidad y tristeza, victorias y fracasos. Escribir sobre ellas es frecuentemente un modo para exorcizarlas, para memorizarlas, para acercarlas o para alejarlas, talvéz para petrificarlas. Y aquì son solo caràcteres estampados, en seños digitales sobre una pantalla o en tinta sobre la carta, parecen que casi no hagan ya daño y ni siquiera puedan perderse. En el primer caso hacemos volver inocuos los recuerdos dolorosos. En el segundo caso inmortalamos (al menos a nosotros mismos) los momentos felices. Pero escribir algo puede ser hacer también posible una fantasìa absurda, vivir lo invivible, soñar lo irreal. Escribir puede representar un juego, una distracciòn, un depistaje de la propia mente. Escribir puede convertirse en un huir de una idea fija, o bién, en cambio, darle un aliento, un respiro. Creo que escribir, leer y soñar tengan algo en comùn. La mente viaja, mientras el cuerpo queda aquì donde és. Y la mente, al contrario del cuerpo, es libre de viajar atràs o adelante en el tiempo, o incluso en el màs allà. Entonces una pequeñìsima ciudad, ya sea asìmisma estupenda, como lo es Flisa, inmersa en el centro de la Escandinavia y conocida por pocos, se convierta, en la fantasìa, en el todo. Flisa es el cruce de bandas de motociclistas vengadores, talvéz vivientes, talvéz fantasmas. Flisa es el lugar de partida y de llegada. Flisa es la meta. En el 2010, después de haber transcurrido un entero año sentado a escribir y reescribir frente a una computadora y nuevamente a corregir y volver a reescribir, y cambiar, y reescribir, y modificar, y reescribir aquél texto al que asigné el tìtulo de Flisa, arreglé el cascajo (real) de mi pobre auto, y, durmiendo siempre en ella, llegué de nuevo a Flisa. No fué fàcil. Un montòn de achaques me hacìa todo mucho màs difìcil. Habìa dejado en casa la hoja de papel con el resultado de un anàlisis del sangre muy preocupante. Me cargaba encima disturbios no muy claros pero extremamente fastidiosos. Y cada noche, para poder dormir, leìa a voz alta las hojas de Flisa, en particular los episodios ambientados en el lugar en el que me encontraba. Era un juego muy divertido.
Gianni Nigro a Flisa dopo Flisa
Recuerdo que me encontraba en la que en el romance he denominado La estaciòn de servicio de Malmgrem En realidad es una grandìsima doble àrea de estacionamiento que comprende también un surtidor de bencina, un mini market donde se paga la bencina cargada, un cafè, un pequeño motel y un local que vende hamburguer. Malmgrem, después de todo, es el nombre de uno de los componentes del equipo que, con el dirigible Italia, llegaron al Polo Norte en el 1928 a la guìa del General Nòbile. La expedicciòn terminò en tragedia y fueron escritos muchos libros sobre el tema y también un film, La tienda roja, en la que recitaba Claudia Cardinale. En esta estaciòn de servicio hemos dormido en el auto ya sea cuando fuimos hacia el Norte que cuando volvìmos durante nuestra modesta expediciòn a Flisa, pero al bajar del sol en el mes de julio, leìa en alta voz las pàginas ambientadas en èse lugar, y algunos viajeros de las casas rodantes, que también hacìan un alto para pasar la noche, me miraban. Era verano y desde las ventanillas semiabiertas de los vehìculos evidentemente se oìa mi voz narrante. Una jòven madre Lituana estaba sentada en un banco del parquesito con juegos para chicos y sin perder de vista su rubio niñito que jugaba, cada tanto hechaba una ojeada de curiosidad hacia nuestro auto, de la que provenìa una extraña voz que leìa en una lengua latina quièn sabe que cosa. No creo que jamàs haya asistido a una semejante cosa. Pero para mi son estas (y tantas otras) algunas de las cosas bellas e inolvidables de la vida de éste viaje.

OTROS SITIOS CONCERNIENTES A LA CIUDAD DE FLISA
Sito Flisa.no (in Norvegese)
Flisa in Wikipedia (in Inglese)
Mappa di Flisa con Meteo Webcam